sábado, 19 de abril de 2008

En un mismo movimiento, sincronizados tal vez, aunque uno siempre con más voluntad que el otro, se abren los ojos por la mañana. Primera señal que el cuerpo da, repite, para decir: yo no quiero soñar toda una vida. Empieza entonces la batalla de dos o más mundos en pugna. Ambiguas fuerzas se disputan nuestro espíritu, nuestra atención. Indeciso, el tiempo va y viene entre esos frentes. Los huesos, los dientes, los músculos, como soldados impacientes, van tomando sus posiciones. Aguardan el parte, una razón para moverse. No hay un día que se inicie sin esta violencia.